Aviso

Juan Martorano 

He amanecido con ganas de realizar mis apreciaciones sobre los resultados de las elecciones municipales del día de ayer, 10 de diciembre de 2017, y sin duda para una persona que gusta de los detalles que pudieran parecer insignificantes es complicado, puesto que ayer lo ocurrido en el país no fue una elección sino 335 elecciones, y cada uno de los municipios del país tiene su contexto particular, y los análisis que este servidor trata de realizar tratan de llegar hasta esos niveles de detalle. Pero, pese a ello, tampoco se puede negar que también estos comicios y los que vienen se dan en un contexto nacional, internacional y geopolítico muy particular.

Sin embargo, como lo expresé a través de mi cuenta tuiter y otras plataformas tecnológicas digitales, trataré de realizar una evaluación preliminar en un contexto general, y luego como traté de hacerlo en mis dossier de los análisis post y

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Al retirarse, desde el inicio de su mandato, del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica, el presidente Trump puso fin a la guerra económica contra China. En pago, China redujo sus derechos de aduana, no sólo a los productos de Estados Unidos sino a todas sus importaciones. Ese acercamiento entre Washington y Pekín es sin dudas el acontecimiento político más importante de 2017. Pero Occidente no acaba de entenderlo.

Hace 40 años que el mundo sigue la evolución de China con una mirada atenta en la que se conjugan idolatría y recelo. El mes pasado [octubre], las publicaciones más importantes de Occidente, como el semanario estadounidense Time, el diario francés Le Monde y la revista alemana Der Spiegel, imprimieron sus titulares en caracteres chinos o en pinyin anunciando al mundo entero: «China: gran vencedora», «El aumento del poderío de China» y «China: el despertar de un gigante».

 

Meses atrás, resalté la caída en Cancún de la Organización de los Estados Americanos al amparo de Donald Trump y su representante, el secretario general de nombre Luis Almagro, al no poder llegar a consenso de cara a una resolución crítica contra la Revolución Bolivariana cuyo objetivo fue “frenar la convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente convocada por [el Presidente Nicolás] Maduro y abrir una nueva instancia de diálogo entre el gobierno y la oposición” (1). En este minuto, existe lo similar.

Completamente de espalda a la realidad que revela el fracaso del complot de representantes de la ¿izquierda? sumados a expresidentes de Latinoamérica aliados al inquilino principal de la Casa “Oscura” vs. la Patria venezolana

Es un grave error juzgar al presidente Trump según los criterios de la clase dirigente de Washington y sin tener en cuenta la Historia y la cultura de Estados Unidos. También lo es interpretar sus actos según las normas del pensamiento europeo. Su defensa de la posesión de armas o de los manifestantes racistas de Charlostteville no tiene nada que ver con un apoyo a los extremismos sino sólo con la promoción de la Bill of Rights. Thierry Meyssan explica la corriente de pensamiento que Donald Trump representa y hace un balance de sus importantes realizaciones económicas, políticas y militares. El autor plantea también la cuestión de los límites del pensamiento político estadounidense y de los riesgos que implica el desmantelamiento del «Imperio americano».

Desde el inicio de la guerra contra Siria, en 2011, Rusia ha respaldado a este país frente lo que considera una agresión externa. Mientras la prensa occidental afirma que se trata de una «solidaridad entre dictaduras», este artículo expone las razones históricas de Rusia y observa que la victoria de Siria, que es también un triunfo de Moscú, abre una nueva etapa para la cultura ortodoxa en Europa.

Para construir la Rusia moderna, la emperatriz Catalina II –también conocida como Catalina la Grande– decidió convertir su capital, San Petersburgo, en el centro cultural más importante del mundo. Para ello enraizó el país en su base cultural ortodoxa, desarrolló el uso de la lengua francesa e invitó a su corte a los intelectuales y artistas europeos más sobresalientes de su tiempo, sin importarle que fuesen católicos, protestantes u ortodoxos, o incluso musulmanes.

Consciente de que el retroceso del cristianismo en el Medio Oriente, debido a la intolerancia del Imperio Otomano, representaba una pérdida para la ortodoxia –y por ende para Rusia– Catalina II entró en guerra contra el Sultán, anexó Crimea, transformó el Mar Negro en un mar ortodoxo e inició la liberación de la Gran Siria con la toma de Beirut  [1]. Declaró entonces que «La Gran Siria es la llave de la Casa Rusia».