Aviso

 

La única banda presidencial de Juan Guaidó, era la banda de malhechores que lo acompañó en Cúcuta. En el transcurso de los descarados sucesos, policías colombianos observaron complacientes como unos terroristas paisas, contratados en Medellín, preparaban en sus pies bombas incendiarias para ir a quemar personas al otro lado de la frontera; tal comportamiento de una fuerza pública, es una falta de solidaridad, de ética, de sentido humanitario, es una muestra de desprecio por la vida, es una expresión de su formación y de para qué han sido entrenados por su oligarquía.

 

Sin importar la preferencia política que tengan, es de esperarse que ningún venezolano quiera verse involucrado en una guerra, porque sea el resultado que sea, todos serán perdedores ante la destrucción que dejaría, además de las lamentables pérdidas humanas.

En ellas, sólo los que no las pelean, podrían ser los ganadores; ni los que huyen, porque en una guerra tendrán que salir corriendo de sus viviendas; lo más grave es que no sabrán para dónde y cuando quieran regresar ya no tendrán a donde. Pero sí se benefician  las minorías que las atizan, que las ven como “una inversión a futuro” y apenas los afecta el cansancio de los ojos frente al televisor y las horas en las oscuras reuniones conspirativas. No falta quienes las peleen por ellos.

 

Al menos eso fue lo que arrojó el resultado numérico del plebiscito del 2016, con una diferencia cercana a cincuenta mil votos, que es una cifra insignificante comparada con la cantidad de víctimas que deja la violencia cada año en el país.

Esa mayoría en la consulta, ha hecho feliz a la tenebrosa derecha que gobierna a los colombianos. A los que votaron NO por la paz, les duelen los militares muertos; a los que votaron Si a la paz, que no quieren saber de un muerto más, que buscan la reconciliación nacional y la fraternidad mundial, son los terroristas a los que hay que “pelar”. Los que llevaban en sus camisetas el letrero de “No a la restitución de tierras” pudieron marchar tranquilamente el domingo 20 de enero; a los otros, “plomo les vamos a dar”.

 

En puntos bien claros y contundentes se probará esta legitimidad.

1.La constitución venezolana ordena la convocatoria a elecciones al pueblo venezolano para el año 2018 en fecha bien definida.

2.El presidente ordena al órgano electoral crear las condiciones para que el pueblo asista confiado y seguro de que se harán en paz, con absoluta transparencia ante la opinión pública. Ya el ex presidente de EEUU Jimmy Carter había firmado que no conocía aparatos más técnicos y que mejor reflejaran los resultados de los votantes en unas elecciones como las que existen en Venezuela.

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No podremos saber, a ciencia cierta, si la obsesión por la guerra de nuestro "Iván criollo" surge de motu propio o si ha sido inducido a priorizar la guerra a instancias de su mentor. Lo cierto es que, desde su posesión, se ha vuelto obcecación suya atacar a Venezuela al compás de los Estados Unidos a través de su agencia, la OEA. Así se confirma, en tenebrosa carta del 4 de enero de 2018, dirigida por la presidenta de la llamada Red Latinoamericana de Jóvenes por la Democracia a Luis Almagro, secretario general de la Organización de Estados Americanos[1]: "… me quedó claro – dice la presidenta - que la máxima prioridad ahora no es Cuba sino Venezuela… Con la salida de Maduro del poder también damos un importante paso estratégico hacia el logro de la libertad de Cuba".