Aviso

 

Es costumbre de los mafiosos, usar sombrero, tal vez como símbolo de su carácter finquero, poseedor de tierras, de poder económico, de su extracción popular, de su aspecto descomplicado, irreverente, extrovertido, como forma de figuración, de atraer la atención.

También en sus campañas, les ha dado a los políticos por copiar tal costumbre; para indicar a los electores a quienes representan y qué poderes están detrás de ellos; quizás para infundir temor y para indicar cómo se va a gobernar y a cobrar cuentas a los opositores.

Es una forma de atemorizar a la población recordándoles su estilo mafioso: “plomo es lo que hay”, “hacen silencio o los callamos”; como para dejar claro que las motosierras no han parado, que los hornos crematorios siguen humeantes, que continúan los ajusticiamientos extrajudiciales y las desapariciones.

Esa es la desgracia en la que ha caído uno de los atuendos que representa a la población paisa. “Del ahogado el sombrero”, dice un dicho popular. Los perjuicios son más profundos, por que se ha entendido que este accionar politiquero, más que las vestimentas, corresponde a proyectos antioqueños. Lamentable, real, pero con esos usos no se recoge el sentir de un pueblo con valores de paz, libertad, convivencia y respeto, tal como se encuentra en casi todos los campesinos colombianos. Falta que el poder de las mayorías, se exprese por encima del de las minorías que detentan el poder económico abusivo.

Es de esperar que, en las próximas elecciones del 27 de octubre, los electores comiencen a sanear la política nacional, votando acertadamente por candidatos ajenos a los partidos tradicionales, a los corruptos y corruptores, a los delincuentes que se han apoderado de las instituciones, a los poderes oscuros que deforman al país. 

Octubre 24 de 2019