
Más allá de las escasas dimensiones de las celdas carcelarias, el vuelo de la imaginación ha traspasado en numerosas ocasiones los límites de la falta de libertad, viajando a través de los barrotes.
La falta de libertad de movimiento no supone de ninguna de las maneras límites para la creación, es más podría decirse que en algunas ocasiones resultan un verdadero acicate para concentrarse en la tarea de dejar una obra: ahí están los cuadernos carcelarios de Antonio Gramsci, los poemas de Hô Chih Min, el sesudo ensayo sobre Spinoza, la anomalía salvaje, de Antonio Negri, o la conversión filosófica del filósofo francés Bernard Sitiegler como explica en su Passer à l´acte, y…los ejemplos de los más de cuarenta personajes que son reunidos en «Condenados a escribir. Escritores entre rejas» de Daria Galateria (Roma, 1950), editado por Impedimenta. Antes de seguir, me permito nombrar a los visitados por orden de aparición: Voltaire, Diderot, Donatien Alphonse de Sade, Giacomo Casanova, Heinrich von Kleist, Fiódor Dostoievski, Silvio Pellico, Pierre François Lacenaire, Prosper Mérimée, Luigi Settembrini, Louise Michel, Paul Verlaine, Robert Louis Stevenson, Jack London, Oscar Wilde, Frank Wedekind, Guillaume Apollinaire, Filippo Tommaso Marinetti, Dino Campana, Francis Scott Fittzgerald, Chester Himes, Hans Fallada, Jean Genet, Malcom Lowry, Giuseppe Berto, Robert Desnos, Robert Brasillach, Franz Hessel, Jean Giono, Ezra Pound, Pelham Wodehouse, Giovanni Guareschi, Jorge Semprún, Aleksander Solzhenitsyn, Curzio Malaparte, Louis Ferdinand Céline, William Bourroughs, François Truffaut, Knut Hamsun, Václav Havel, Norman Mailer, Adriano Solfi, Goliarda Sapienza; si los nombro, a pesar de que puede resultar pesado, es con el fin de ver la amplitud y variedad de los personajes que, por uno u otro motivo, acabaron entre rejas: como salta a la vista, al menos en el caso de los más célebres y nombrados, unos lo fueron por escándalo público, otros por propasarse con comportamientos fuera de la norma, borracheras de alto litraje, robos, asesinatos, otros por oponerse al poder impuesto, mientras que otros por apoyarlo y elogiarlo, cuando cambiaron las tornas del poder.
Celdas, sótanos, calabozos, mazmorras -en una variedad que da cuenta de los cambios provocados por el paso del tiempo en las instalaciones del siglo XVIII a las prisiones modernas- y en ellos una serie de seres que acabaron en ellos por transgredir las leyes vigentes, o cambiantes, de su tiempo. Unos escribieron en el encierro, mientras que otros lo contaron con posterioridad de la experiencia como Chester Himes o Jean Genet; otros pasaron largos periodos de su vida en situación de reclusión como el denominado divino marqués, sin faltar quienes sintieron en tales condiciones una sensación de liberación, de descanso tras vivir intensamente en permanente estado de persecución, amenazas, etc., como fue el caso de Louise Michel o Glolliarda Sapienza.
La profesora de literatura francesa en la universidad romana de La Sapienzia, traductora e investigadora, Daria Galateria (Roma, 1950) entrega una obra que es un cúmulo de informaciones acerca de las vicisitudes que les llevaron a la cárcel, de los escritores presentados, al tiempo que luces sobre sus obras, en las que las sombras jugaron cierto papel en la inspiración y elaboración de sus obras, ya que en las horas de monotonía repetitiva, la creación puede jugar un papel de escape, de huir del vacío, de la monotonía rutinaria, y el tedio. A algunos la experiencia les supuso cierta conversión mientras que a otros les reforzó en sus hábitos, nada ejemplares…no pocas veces se ha hablado de la cárcel como universidad, en la que se aprende a delinquir, no hace falta haber leído el Vigilar y castigar de Michel Foucault (quede claro, que la autora sí que lo ha leído y lo nombra). Para algunos infierno y destrucción personal, para otros un verdadero hogar, ya que a él se acomodaron mal que bien, o viceversa. El caso de Sade es destacable, y hasta puede verse cierta relación causal, en la medida en que ver desde su ventana enrejada de La Bastilla, la ejecución de numerosos condenados, le pudo retorcer su mente, convirtiendo en habitual lo que no era otra cosa que sangrienta excepción…aunque también es verdad que antes de entrar en prisión ya había dejado de manera patente sus tendencias sádicas, precisamente, con sus sirvientas… En otro orden de cosas, puede verse a algunos pensadores innovadores que resultaban intempestivos en su época como los responsables o participantes de la Enciclopedia, Diderot y Voltaire, adelantados a su tiempo y abriendo las puertas de las ideas que desembocarían en la revolución francesa; no desentonaría tampoco el caso del paseante Rousseau que sin llegar a ser encerrado, vivió tiempo de persecución y exilio. Otros de los casos relevantes sería el de Jean Genet, santo y mártir que dijese Jean-Paul Sartre, que ya, prácticamente, desde su infancia conoció y padeció las diferentes formas de encierro: orfanatos, reformatorios, prisión…experiencias que como él mismo repitió le forjaron su forma de ser, sus prácticas sexuales y su propia escritura, en la que la vida del delincuente quedaba presentada con detalles y casi con tonos reivindicativos.
Como ya ha quedado nombrado líneas arriba, otros sufrieron el castigo debido a sus posturas políticas y por ahí vemos a los Pound, Marinetti, Brasillach, Giono, Céline por simpatizar, y algo más en algunos casos, con el fascismo; en el otro lado del abanico, quienes se enfrentaron al poder autoritario: Semprún, en el lager, o en el gulag Solzhenitsyn…Luchar contra el racismo también se paga como queda patente en el caso del escritor negro de novelas negra, y otras negritudes, Chester Himes…a otros les condujeron a prisión sus hábitos y actos poco recomendables: véase Oscar Wilde, William Burrougshs y su relación con las drogas y la exhibición de una vida un tanto escandalosa para la sociedad, Hans Fallada, y..un par de mujeres asoman en las páginas: la revolucionaria libertaria francesa Louise Michel feminista, anarquista y una de las impulsoras de la Comuna parisina (por su implicación en la lucha la conocían como la virgen roja, la petrolera…, amén de pionera en la esfera del respeto animal, compromisos que le valieron la deportación a Nueva Caledonia, y la comediógrafa italiana italiana Goliarda Sapienza, que pasó unos meses en la cárcel de Rebibbia, debido a ser pillada robando.
A cada cambio de página la autora nos entrega un amplio repertorio de historias e informaciones que, a pesar de , o precisamente por, brillar por su documentación y rigor, con una capacidad narrativa que nos hace deslizarnos con facilidad por las numerosas historias…lo que hace que a esta obra se le pueda aplicar sin ambages aquello de enseñar deleitando.
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No hace mucho visité las instalaciones carcelarias con un profesor que trataba con los presos de cuestiones filosóficas, aplicadas a la vida: