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3.Comportamientos del ser humano que han incidido en el cambio climatico -  FSS.PFLCII 

La formación de una delgada capa de suelo, ubicada sobre la superficie de la corteza
terrestre, ha tardado miles de años. En esa capa de suelo se alberga la vida vegetal, gran
cantidad de especies animales y una inmensa gama de microorganismos que aún
persisten generando nuevas condiciones de vida. Sin embargo, la destrucción de esa capa
de suelo, puede ocurrir en muy poco tiempo.
Desde su aparición como especie en la época prehistórica, la civilización humana ha
subsistido a expensas de la naturaleza. En su condición nómada, obtuvo sus alimentos y
utensilios requeridos como colector y cazador. Dadas sus necesidades de subsistencia,
aprendió a domesticar animales y a cultivar algunas plantas, situación que le permitió
adecuar territorios destinados a la agricultura, a la construcción de viviendas, a la
formación de poblados y a la creación de culturas y civilizaciones, asentadas en diferentes
territorios.

El carácter extractivo de la actividad humana, su crecimiento poblacional y su condición
colonizadora, han marcado las primeras huellas ambientales. La agricultura enseñó a
producir alimentos, y almacenarlos para el consumo comunitario de los pobladores. A
través de ella se fueron copando nuevos territorios. De ese modo la población humana se
expandió y aún lo sigue haciendo con mayor voracidad. “La historia de la humanidad es la
historia de la deforestación y las graves causas que se puedan generar”.
La deforestación, como acto continuo de depredación de la naturaleza (75.000 hectáreas
deforestadas en la amazonía colombiana en 2019) es provocada únicamente por la acción
humana que propicia la destrucción del hábitat natural y los ecosistemas, y elimina gran
cantidad de especies animales y vegetales, además de la materia orgánica y la flora
microbiana que se hospeda en el suelo; aspecto que agrava severamente la pérdida de la
calidad del suelo, su bioproductividad y subsistencia. Desde luego que existen situaciones
en las que la naturaleza desencadena procesos de deforestación, como descargas
eléctricas que provocan incendios forestales, o lluvias torrenciales que producen arrastres
en masa, éstas no son las más comunes ni las de mayor intensidad, como sí lo son las
inducidas por los humanos. Los procesos de deforestación a nivel mundial han establecido
unos estrechos vínculos históricos entre el uso de los bosques y el desarrollo económico y
social, y entre la destrucción de ellos y el deterioro económico.
Las causas que provocan la deforestación están relacionadas con el modelo de desarrollo
de los países, y más estrechamente con la tenencia de la tierra y la ausencia de
mecanismos de control de los estados, a los bienes públicos naturales, como deben ser
considerados los ecosistemas estratégicos.

Las dinámicas de aprovechamiento racional, acordes con la satisfacción de necesidades
sociales, deben estar por encima de la codicia y del negocio de acumulación de riquezas.
El caso mundial: De acuerdo con el informe de la FAO (2020), los bosques ocupan
actualmente unos 3.900 millones de hectáreas, que representan el 30% de la superficie
continental del planeta. El aumento progresivo de la población y la actividad económica,
han incidido en el deterioro y deforestación de territorios boscosos, de modo que las
cifras se perfilan hacia la insostenibilidad, dado que las actividades de reforestación, en el
mundo, solo representan el 0.05% y, en muy poco contribuyen a superar el índice de
cobertura vegetal. La publicación destaca la desaparición, a partir del mes de marzo de
2020, de 645.000 hectáreas de bosques tropicales. Los motivos que explican tal
devastación, son coincidentes: la economía del comercio de los productos del bosque,
expansión de la frontera agropecuaria, la minería y en algunos casos, el narcotráfico. Tres
países en conjunto deforestan cerca del 50%: Indonesia (130.000 ha) República
Democrática del Congo (100.000 ha) y Brasil (95.000 ha) Se resalta la actitud del
Presidente Bolsonaro de Brasil, quien se autodenomina “Capitán Motosierra” por
privilegiar los beneficios técnico-económicos de la deforestación, sobre los daños socio-
ambientales.
El caso colombiano: el reporte de los “Libros Rojos” de especies vegetales y animales,
amenazadas de extinción, destacan que, de la extraordinaria riqueza vegetal mundial,
cercana a 260.000 especies, en Colombia se encuentran unas 50.000 de ellas, cifra que ha
disminuido notablemente, debido a la vulnerabilidad alcanzada, ante la presión del
hombre sobre el hábitat natural. Esto indica que Colombia posee el 19.23% de las especies
del planeta, un patrimonio que debe protegerse como recurso estratégico, base de una
economía nacional que, antes de la extracción y agotamiento de los bienes, debe basarse
en la investigación e incorporación de ellos en la base productiva y económica del País. Los
inventarios, los desarrollos tecnológicos y los descubrimientos de distintas moléculas
vegetales, representan un gran avance.
El PNUMA, muestra que la extracción y destrucción de la biodiversidad vegetal, por medio
del fuego y la tala indiscriminada, es la primera etapa de extracción: la madera y otros
subproductos, cuyo comercio mundial (de unos US$150.000 millones) ocupa el tercer
lugar como crimen transnacional, después de la minería y el narcotráfico. La segunda
etapa, la del cambio en el uso del suelo, acentúa el daño, puesto que borra los efectos
climáticos del anterior ecosistema, alterando la temperatura del suelo y su capacidad de
retención de agua. Además, en aras de buscar mayor rentabilidad, se acude a la quema de
los desechos del bosque para establecer praderas como alimento del ganado, o la siembra
de especies de monocultivo, sean de uso lícito o no.
Estas situaciones evidencian los efectos nocivos del cambio climático, sin importar el
propósito de satisfacer los requerimientos ambientales y sociales.

Un caso particular: Proceso de Paz e incumplimiento de los Acuerdos (2016): Al poco
tiempo de la firma de los Acuerdos de Paz, en muchos lugares del País, donde hubo
dominio territorial y presencia de las FARC, se inició un súbito y desmedido incremento de
deforestación y usurpación de tierras, aún en los parques nacionales. La actividad minera
se multiplicó y se expandió la frontera agropecuaria. El proceso se hizo incierto para los
reincorporados, quienes se encontraron con una realidad distinta, ya que sectores
desconocidos, no campesinos, habían copado los territorios dejados, como en los Llanos
de Yarí, Tumaco, Guaviare, Catatumbo y algunos parques nacionales que ahora son
escenarios de producción de cultivos de uso ilícito y zonas deforestadas para el negocio de
la madera. La situación de esas zonas coincidió con los casos reiterados de asesinatos de
Líderes comunitarios. Las tierras fueron copadas por “extraños” que, según los pobladores
de la región, no eran campesinos. El Gobierno ya había manifestado hacer trizas los
acuerdos.
La destrucción ambiental de los territorios prometidos y la negación del gobierno a
cumplir con los acuerdos, han negado la posibilidad de alcanzar una solución estable y
duradera.
Pero no solo en esas zonas creció la deforestación. Los informes del IDEAM muestran que
la deforestación nacional creció continuamente. Así en 2017 se deforestaron 124.035
hectáreas, en 2018 fueron 178.597 y en 2019, 220.000.
Ante la realidad socio-ambiental de los territorios que han sido ocupados irregularmente
en zonas de exclusión de ecosistemas estratégicos, al estado colombiano le corresponde:
 Generar una estrategia multisectorial para reducir la deforestación, mediante la
gestión de los bosques, para que el País los valore y reconozca su importancia y los
incluya como una opción de desarrollo y de aporte al proceso de construcción de
paz y mitigación del cambio climático.
 Adelantar procesos de control de las causas de la deforestación de los ecosistemas
boscosos a partir de alianzas estratégicas internacionales, mediante sistemas de
manejo sostenibles
 Reducir las tasas de deforestación y adelantar programas de reforestación y pago
por servicios ambientales.
 Impulsar modelos de investigación y participación comunitaria, basadas en saberes
ancestrales y custodios del bosque natural.
 Adelantar procesos de reconversión agroecológica en explotaciones agropecuarias.
 Reconocer que el actual modelo de desarrollo, nunca será sostenible social ni
ambientalmente.

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1.2 DEFORESTACIÓN A NIVEL MUNDIAL
Los procesos de deforestación a nivel mundial establecen unos estrechos
vínculos históricos entre el uso de los bosques y el desarrollo económico y
social y entre la destrucción de los bosques y el deterioro económico. Los
tomadores de decisiones regularmente se encuentran ante la paradoja de que,
aunque los bosques, los productos forestales y los servicios ecosistémicos son
fundamentales, la tierra, ocupada por los bosques es, en ocasiones, objeto de
demandas más acuciantes (FAO, 2012).
La historia de la humanidad es también la historia de la deforestación y las
graves consecuencias ambientales que ésta puede tener, y serán en ocasiones, la causa,
del colapso de una sociedad. Para contribuir a la adopción de una

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perspectiva a mediano y largo plazo que posibilite el manejo sostenible de los
ecosistemas AltoAndinos en la Región Antioqueña Farallones del Citará, se
plantea un protocolo de restauración ecológica en áreas degradadas de esta
región, el cual se constituye en el objetivo final del presente estudio.
De acuerdo con la FAO (2010), los bosques ocupaban para ese año, unos 4
mil millones de ha, representando cerca del 31% de la superficie del planeta. El
aumento progresivo de la población y la actividad económica ha presionado la
manipulación de la naturaleza materializado en el desmonte de terrenos
boscosos. La deforestación, esto es, el desmonte orientado a destinar los
terrenos a otros usos, es una de las modificaciones antropogénicas de la
superficie terrestre más generalizada e importante.
Se estima que a lo largo de 5 mil años la desaparición total del terreno forestal
en el mundo ha ascendido a 1.800 millones de ha, lo cual supone un promedio
neto anual de pérdida de 360 mil ha (Williams, 2002).
El crecimiento demográfico y el auge de la demanda de alimentos, fibra y
combustible ha incrementado el ritmo de deforestación al punto que en los
últimos 10 años el promedio neto anual de desaparición de bosques llego a los
5,2 millones de ha.
De acuerdo con la FAO para el periodo 2000-2010, a nivel mundial se
perdieron al año aproximadamente 13 millones de ha de selvas, bosques y
otros ecosistemas arbolados, en tanto que se recuperaron en este mismo
periodo aproximadamente 5 millones de ha en forma de vegetación
secundaria, zonas reforestadas y plantaciones forestales, esto plantea un claro
desbalance que va en contra de los bienes y servicios ambientales que
proveerían las áreas boscosas a una sociedad cada vez demandante de ellos.
La trayectoria de la deforestación a escala mundial sigue un modelo similar al

del crecimiento de la población, denotando, según la Figura No. 2, que el ritmo

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de la deforestación superaba al del crecimiento de la población antes de 1950
y empezó a disminuir desde entonces. (FAO, 2012), sin embargo, las
tendencias de ambos comportamientos siguen la misma trayectoria
ascendente, lo cual deja una seria reflexión en torno a la disponibilidad de
bienes y servicios y de los ecosistemas que provean de estos para las
comunidades, a la par que se agudizan las problemáticas ambientales
asociadas a estas interacciones y las cuales también deben resolverse en el
corto plazo para posibilitar una adecuada sostenibilidad para las próximas
generaciones.

Entre las problemáticas generadas por la deforestación se encuentra la
contribución de esta actividad con la emisión de gases efecto de invernadero.
En la mayoría de los bosques tropicales densos la biomasa viva es el
componente más importante de la reserva de carbono y se estima, de acuerdo
con Blaser et al. (2011), que la deforestación tropical ha liberado entre mil y
dos mil toneladas de carbono aproximadamente al año en los últimos 20 años
.
Figura 2. Población mundial y deforestación acumulada, 1800-2010. Fuentes: Williams
2002;
FAO 2010.

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y se calcula que las emisiones de gases de efecto invernadero a escala mundial

por esta actividad han sido de hasta un 20% del total, siendo la principal fuente
de emisión de estos gases en mayoría de las zonas tropicales por la
deforestación y la degradación forestal. Estos datos señalan claramente el
beneficio directo en ambas vías de los proyectos de restauración ecológica en
el sentido de captura de carbono y de mitigación en la emisión de gases efecto
invernadero.
A las muchas otras causas humanas de los impactos padecidos por los
ecosistemas se superpone el cambio climático mundial, que añaden
incertidumbre al reconocimiento de los puntos de inflexión de los ecosistemas,
esto es, su capacidad de recuperación o resiliencia (Thompson, 2009).
Se reconoce ampliamente que la diversidad juega un papel fundamental en el
funcionamiento de los ecosistemas y por lo tanto puede influir positivamente la
provisión de servicios ecosistémicos que benefician a la sociedad. Quijas et al.
(2010), al evaluar la diversidad solo de plantas encontraron un claro efecto
positivo de la diversidad en el abastecimiento de productos de plantas, control
de la erosión, resistencia a la invasión la regulación de plagas y enfermedades
y la regulación de la fertilidad del suelo. Por tanto, estos autores remarcan la
importancia del mantenimiento de la diversidad de plantas para asegurar e
incrementar la provisión de servicios ecosistémicos que favorecen el bienestar
humano.

1.3 TASAS DE DEFORESTACIÓN A NIVEL DE COLOMBIA
En Colombia particularmente, se estimaba que para el año 1995, existían 48
millones de hectáreas de bosques en pie en el país y que se había destruido
más del 30% de la cobertura forestal nativa. La tasa de deforestación era alta y
la reforestación de los últimos 6 años fue apenas de 94.000 ha.

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Las principales causas de la deforestación, según Sánchez (2002) con datos
del Ministerio de Minas y Energía para el año 1994, fueron la expansión de la
frontera agropecuaria y la colonización (73,3%), producción de madera
(11,7%), consumo de leña (11%), incendios forestales (2%), y cultivos ilícitos
(2%).
Para conservar la riqueza natural, se ha venido desarrollando un sistema
nacional de áreas protegidas que contaba, para 1995, con 33 parques
nacionales, dos reservas naturales, 7 santuarios de flora y fauna y una Zona
ecológica especial. Sin embargo, también se ha presentado deterioro al interior
de estas áreas “protegidas” porque el Estado ha sido incapaz de impedir en
ellas la acción depredadora de los colonos.
Colombia es uno de los países más ricos del mundo en biodiversidad. Sin
embargo, de continuar las tasas de deforestación, solamente en el Chocó
biogeográfico desaparecerán en el próximo quinquenio entre el 10% y el 22%
de las especies de la zona. Además, el bajo conocimiento e investigación no
permite generar productos provenientes del aprovechamiento sostenible de la
oferta ambiental biodiversa, con valor comercial en los mercados
internacionales. Los suelos están en constante degradación. El 45% de éstos
son usados para fines distintos de su vocación y, por lo menos, el 8,5% del
territorio nacional presenta erosión severa o muy severa. Se estima que
anualmente entre 170.000 y 200.000 hectáreas de terreno quedan sujetas a
erosión y existen alrededor de 700.000 hectáreas en vía de desertización y se
presentan síntomas de este proceso en 16 millones de hectáreas más.
Con base en los datos del IDEAM (2010), para la cuantificación de la tasa de
deforestación para Colombia período 1990-2000, 2000-2005, se encontró que

las coberturas de bosque que presentaron mayores pérdidas en superficie de
ese periodo fueron el bosque andino con cerca de 56 mil ha, el bosque basal
amazónico con 50 mil ha y el bosque basal del Pacífico con 12 mil ha. Sin

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embargo se reportan otros datos para Colombia con valores que varían desde
600 mil ha al año, reportadas por el IGAC y el ICA en 1987, las 221 mil ha
reportadas al año por el IGAC en 2002 y las 991.932 ha por año señaladas por
IDEAM en 2002. Las divergencias en las dos cifras se pueden deber a
factores de orden técnico o metodológico que dificultan la tenencia de cifras
comparables.
De acuerdo con otro estudio de carácter internacional, como el de la Word
Resources Institute (WRI) reportaron que en 1991 la deforestación del país era
de 380 mil ha/año, y estudios de la FAO reportan una tasa de deforestación en
el periodo de 1981-1990 de 367 mil ha /año.
Con los datos obtenidos por el IDEAM (2010), se identifica en el periodo 1990-
2000 una pérdida de 3.227.570 ha de la cobertura de bosque, lo que equivale a
una tasa promedio anual de pérdida de la cobertura boscosa de 322.757 ha.
De acuerdo a la misma referencia, para el periodo 2000-2005, se identificó una
pérdida de cobertura de bosque de 1.366.671 ha, obteniéndose una tasa
promedio anual de pérdida de cobertura boscosa de 273.334 ha.
Cabe destacar que la proporción de área boscosa deforestada para la Región
Andina correspondió en el periodo 1990-2000 a 100.903 ha/año; y en el
periodo 2000-2005 la tasa de deforestación promedio anual para esta zona
ascendió a 73.999 ha. La pérdida de bosques primarios de niebla, dentro de su
rango de ocurrencia, experimenta una de las tasas más altas a lo largo del

mundo. (Avendaño-Yañez et al., 2014).
Las principales causas de deforestación en el país son: los cambios hacia
pastos y áreas agrícolas heterogéneas, en las cuales es característica la
intensificación en el uso del suelo, denotándose en esta región que además de
la deforestación se presentan procesos de degradación y desertización de
suelos. Por otro lado, con respecto a las actividades de plantación forestal o
reforestación en el país en el periodo 2000-2005, para la región Andina solo se

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establecieron 501 ha, dando un promedio de 50 ha/año, lo cual al compararse
con las tasas de deforestación antes referenciadas demuestra claramente la
tendencia al desbalance ambiental en el país.