La tragedia social que estamos presenciando, tiene una causa, la carencia de moral; la moral es indequinable coeficiente de la persona en su significación suprema del espíritu. La felicidad social sólo es posible cuando ciencia, religión, filosofía y justicia social van acordes, no se contradicen ni se combaten; el divorcio de éstas, repercute dolorosamente en la armonía social.

Existe confusión entre placer y felicidad, dos términos contradictorios, que no se complementan ni se aplican a una misma situación de ánimo;  ya que el primero tiene que ver con la parte sensible (hedonismo)  y el otro con la espiritualidad (Eudemonia); éste es conceptual, aquel sensorial. Esta situación nos coloca ante un hecho muy impresionante e impactante: la abundancia frenética de placeres a que se dedican los seres humanos en la época de decaimiento moral es la vejez de los pueblos, el periclitar de su cultura, la estreches de espíritu, como ahora se palpa en abundancia en la esfera social.

El relajamiento en la esfera moral es lo primero que se palpa como preludio al cierre de un ciclo histórico, ya que la moral es una exigencia de hecho y no está al vaivén de los caprichos humanos. La moral es un valor histórico primario y fundamental de la especie humana, no un accidente. Un discurso se puede improvisar, una nueva concepción ideológica puede ser presentada por quien tenga los conocimientos necesarios para ello, aún cuando más adelante muestre su pobreza en lo que afirma, un nuevo teorema, otra modalidad del arte, una nueva concepción de la ciencia, pueden tener largo tiempo de permanencia o ser algo fugaz; pero no ocurre así con la moral que permanece intacta a pesar del paso del tiempo y las circunstancias.

Cuando nos encontramos al final de un ciclo histórico, hay un panorama social de desmoronamiento profundo de la moral colectiva, debido a que ha claudicado en todos los órdenes  lo que hay de más profundo, sólido, firme, permanente,  y le da continuidad, estabilidad al orden social. Por eso erramos cuando afirmamos que la inmoralidad acabó con aquellas civilizaciones y culturas del pasado. No, la inmoralidad era apenas la voz de alarma, el campanazo que anunciaba la clausura interna de ese ciclo histórico. La inmoralidad externa y colectiva no es la causa, es el síntoma. Y así diremos: es la falta de moral la que está minando este sistema denominado capitalista; es que el mundo capitalista está minado desde dentro, por eso tiene el índice de la inmoralidad.

¿no vemos ahora un desdén por las normas de la conducta moral lo que ahora prevalece en el mundo (hecha la ley, hecha la trampa)? ¿no vemos ahora que la palabra empeñada ya no cuenta? ¿no vemos que ahora los pactos no se cumplen? ¿no observamos que los conceptos de honor, lealtad, honradez, compromiso, son despreciados, llamándolos despectivamente prejuicios burgueses, objetos de ironía, desdén, asco, desprecio, como si no fueran algo vitales?.

El ser humano es una simple mercancía, vale por lo que tiene, no por lo que es, por eso los que carecen de dinero no caben en esta sociedad capitalista ya que son un estorbo y se les llama despectivamente desechables. Ya la juventud no busca como camino al éxito la capacitación, el esfuerzo, el bravo trajinar, la voluntad desvelada, la virtud empeñosa, el esfuerzo realizador, el bien común, el interés por las necesidades colectivas, si no la línea de menor esfuerzo, donde todo se puede, la audacia, como apoderarse de los bienes del otro, donde el otro es mi enemigo, es un rival potencial, nadie confía en nadie; todo esto permite que la vida en sociedad sea un infierno, un veneno.

La política que en su sentido más profundo  es el servicio desinteresado al bien común, a los más necesitados, los políticos la han convertido en bolsas de empleo, clientelas que explotan el presupuesto nacional en beneficio propio, el dinero público termina en poder de una burocracia costosa e ineficiente que enriquece a unos pocos. Y ahora cuando el narcotráfico ha permeado el estado como se comprobó de manera contundente en las últimas elecciones Colombianas, es la gota que rebosó la copa: estamos gobernados por los narcotraficantes y mafiosos, cuya ley es el gatillo.

No nos equivoquemos, los hechos tanto en cantidad como en calidad son más que evidentes, se vive una revolución que no se detendrá, ni este ciclo histórico dejará de cancelarse por que estemos de acuerdo o no; y lo único positivo que podemos hacer es prepararnos y preparar a las generaciones que vienen para ser útiles en la nueva era.

La democracia política sin democracia económica es inoperante.

 

Norberto Betancourt O.