
Llegan por las redes sociales imágenes de cómo en Medellín, unas agresiones entre conductores, terminan en un accidente, que se espera haya sido de poca gravedad.
Son frecuentes los roces en el tránsito, verbales que a veces pasan a mayores y hasta terminan en lamentables homicidios. Los insultos van y vienen; los agresores se desconocen y parece que a nadie le importa si al otro lado va un doctor, un profesor, una dama, una persona afligida, un responsable padre de familia o una madre, una señora en embarazo, infantes, que bien podrían ser la esposa de un amigo, o su hijo, o su hija, o sus padres, o su novia, o su hermano, o un alumno; el detentar la condición de ciudadano, debería bastar para actuar guiados por el respeto mutuo y la cordura.
Es un momento citadino en el que todos nos igualamos, pero en la patanería. Pareciera como si era fuera el único ambiente para ejercer lo democrático al estilo de como lo conciben los políticos que gobiernan las ciudades.
En las horas pico, salimos a estorbarnos, empujarnos, agredirnos, como ratas que se disputan las sobras en una alcantarilla. Porque esa es la forma en que los gobernantes entienden y mantienen el urbanismo, asfixiante. Irracional. Hacinados en las ciudades, que más parecen guetos.
Con 7.7 millones de desplazados y 6 millones de hectáreas expropiadas, casi un campesino por hectárea, se pasa a tener que viajar 10 personas por metro cuadrado, en los transportes masivos. Es una muestra de desprecio por la vida y sus condiciones dignas. Eso a los alcaldes no les duele ni les interesa.
En un país con una derecha predominante y dirigente, sus representantes no se alejan mucho del pensamiento bolsonaro, según el cual “para lo único que sirven los pobres, es para votar”. Elecciones que son apenas un formalismo que se desconocen en un fraude electoral. Con razón, alguien como Antanas Mockus, referente de la cultura ciudadana, les estorba en el congreso. No es de esperar que desde esas altas esferas se promueva la sensatez.
En las calles, en las ciudades y en el país, se impuso el estilo mafioso, el de los combos, la ley del más fuerte, el matón, el atropello, el desprecio por la vida, el irrespeto, la chabacanería, el abuso, la ilegalidad, la evasión de las leyes, la burla de lo constitucional. Mucho más que “Si usted no sabe quién soy yo, se lo hago saber”. “Abran paso que ahí voy yo”.
El imperio de gobiernos que se autoevalúan por el número de muertos. Con premios para el que más mate. Con burgomaestres que se limitan a informar cómo varió la mortandad con respecto a períodos anteriores, pero estadísticas comparativas de la educación, muy poco.
En el otro, que es mi similar, es como me odio a mí mismo y a mi condición. El apabullar al otro con la agresión, me hace sentirme superior en un mundo que aplasta la vida.
Todo se reduce con el facilismo; es como si a una mujer abusada, se le dijera: ”maquíllese bien”. Bien presentada por fuera, pero destruida por dentro. Así es la pujante ciudad más emprendedora.
Mayo 3 de 2019