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La primera es que el sistema electoral venezolano es transparente. El gobierno es respetuoso de “las urnas” y de las decisiones populares, así sean adversas al proceso revolucionario, el cual tendrá que recomponer muchos aspectos. Esta aceptación de la democracia, habla de la

honorabilidad de la clase política en el poder y es, por demás, una muestra de que algo está cambiando en el mundo; pues, lo común es que en los países se hable de fraude electoral. Hay plenas garantías para la oposición, así haya tenido actitudes por fuera de lo democrático. Para la derecha, el problema no es de democracia, sino de poder; por esto no les importa cortar los suministros a niños, enfermos, ancianos y a la población en general, si esto les permite el retorno al poder. "Planazo y plomo".

 

La segunda reflexión es que en Colombia se roban las elecciones. Se sabe que la clase gobernante y dominante en este país, si tiene que comprar, compra; si tiene que manipular, manipula; si tiene que engañar, engaña; si tiene que amenazar, amenaza; si tiene que matar, mata; si tiene que desaparecer, desaparece. No hay garantías para la oposición; así lo evidencian los cientos de miles de asesinatos, los miles de desaparecidos; los millones de refugiados y de desplazados internos.

 

La clase política dominante en Colombia siempre ha encontrado identificables fuerzas oscuras que le hagan el favor de quitarle a los opositores del camino, usando todas las formas ya descritas.

 

Ese es el panorama que han tenido que enfrentar los movimientos democráticos y demás organizaciones opositoras a la oligarquía colombiana, a la mafia y al imperialismo. El mismo con el que se encontrarán las fuerzas insurgentes que ensayan ahora la opción de oposición desarmada que se desprende de los acuerdos de paz.

 

En estas circunstancias de una oposición no armada, se abren nuevas opciones y territorios para los proyectos agromineros de la alianza oligarquía-mafia-imperialismo. Van por las zonas que antes le eran vedadas por causa del conflicto. Se podrán jugar la alternativa de apretar las condiciones económicas de la población aprovechando la desaparición de una insurgencia con un liderazgo siempre latente; además del retroceso electoral de los gobiernos progresistas de la región y de la presión que se ejerce sobre ellos, que lleva a las elites a soñar con un camino ya cerrado. Otra posibilidad será la de aprovechar el avance sobre los territorios amazónicos para generar empleos, colonizaciones y apacentar la inconformidad social, siempre presente. O la combinación mesurada de ambas opciones.

 

Aquí queda claro porqué uno de los papeles de la clase media es de servir de amortiguador entre las elites y los marginados. Como lo ha expresado el gobierno, se busca tener en el país una numerosa clase media; una razón es que ésta es la que defiende el statu quo ya que le aterra caer hacia “los de abajo”; política de avestruz que la lleva al consumismo como forma de creer que así se aleja de la pobreza y se acerca a los potentados. A las gallinas les ponen música e iluminación permanente para que coman más, engorden rápido y pongan más huevos. Pero ignoran lo que les espera cuando estén más gorditas. Por eso es que estos sectores chillan sólo cuando les tocan el bolsillo, que siempre actúa como primera caja menor para el gobierno de turno, que les reclama lo acumulado esquilmándolos cíclicamente por medio de impuestos. (El mismo estilo que empleaba el capo Escobar cuando estaba en afugias y reclamaba la colaboración económica de aquellos a quienes había contribuido a enriquecer)

 

Estos son a la vez los retos a los que se enfrentan la izquierda y demás movimientos democráticos en Colombia; en concreto, cómo hacer que la paz se convierta en un opción verdadera de apertura democrática para que el país avance socialmente hasta ponerse al día con los valores de la modernidad y a partir de allí crear las condiciones para la libertad, la felicidad y la realización humana, que sólo serán posibles en otro modelo de civilización, que parece inevitable.