“Las universidades poco conocen el tipo de joven que ingresa hoy a sus claustros, diseñando formas de entrada a la vida universitaria bajo una serie de supuestos sobre el joven universitario que van en contravía de las propias expectativas y subjetividades juveniles.

Las prácticas académicas son continuas, pero las relaciones entre estudiantes y profesores y el orden institucional se han modificado, la continuidad y los cambios han generado un desfase entre los jóvenes y la Universidad”. Elementos para la comprensión del fenómeno de la deserción universitaria en Colombia. Más allá de las mediciones Diego Barragán Díaz. Luceli Patiño Garzón Universidad de Ibagué 2011

 

Comenio encontraba en tres momentos valiosos en el acto de enseñar: tiempo, objeto y método. Así como la naturaleza es única, el método como imitación de la naturaleza debe ser único, para aprender y enseñar es necesario proceder de lo conocido a lo desconocido, desde lo simple a lo complejo, etc. Los métodos de enseñanza basados en el castigo y la amenaza, solamente despiertan el terror de los muchachos para con el conocimiento e impiden la creatividad y el ingenio. Razón tenía Estanislao Zuleta cuando manifestó: “no voy al colegio porque allí no me dejan aprender". Y en las universidades de nuestro tiempo, estudiantes con capacidades excepcionales terminan decepcionados y expresan: “me voy a graduar a pesar de lo poco que aprendí”

 

En este sentido, es posible que todavía existan docentes en las Universidades con los perversos sistemas evaluativos que se practican, que muestren con mayor alegría y como trofeo el número de estudiantes que se rajaron en su materia o que desertaron de ella al verse obligados a cancelarla por diversos motivos. Es importante el dialogo y la comunicación entre profesores y estudiantes más allá de las racionalidades del aula, de las obligatorias salidas pedagógicas, de los discursos investigativos etc. porque además de llegar a ser un día un joven un buen profesional, también debe ser una buena persona. Y eso se aprende no solo en las lógicas discursivas y en las evaluaciones en las que aparece: 0, 1, 2, 3, 4, 5.

 

“El proceso "enseñanza-aprendizaje", aparentemente binario, debe concebirse, por el educador, como un proceso esencialmente ternario. Sin el trabajo de la construcción interior del alumno, sin ese "silencio interior" indispensable, sin esa "pausa", no existe ni existirá un auténtico conocimiento. Podrá haber repetición pero no cognición. No se puede concebir un proceso de enseñanza-aprendizaje que tenga como único fin un examen con un interminable número de preguntas y un interminable número de respuestas exigidas, esto no es un acto propio del pensamiento humano. Olga Moreno de Gama Revista. Iberoamericana de Educación. Adictos a las calificaciones. Revista iberoamericana de educación No 40. Nov. 2006

 

Con el determinismo de la nota, el conductismo académico que se practica, la exigente presencia del estudiante en las aulas con quietud y sumisión son ingredientes que llaman a la deserción. Si el maestro no es postor de discursos innovadores podrá tener estudiantes ahí físicamente adormilados pero ausentes intelectualmente de su clase, muy lejos dela aula. La Universidad y muchos docentes con sus conservadoras normas y discursos, no alcanzan a darse cuenta que de los que desertan un alto porcentaje lo hace por no encontrar ni en las aulas, ni en los pasillos ni en las magistrales clases algo llamativo. Todos sabemos que "legalmente" un examen es el instrumento que mide los conocimientos y tiene por resultado una calificación o nota numérica, la que tiene la suficiente validez administrativa para acreditar o desacreditar a un estudiante. Es creativamente muy pobre el docente que solo tiene como herramienta para evaluar a sus discípulos la nota numérica, la estricta presencialidad, y el llamado a la cancelación de materias sin haber tenido un dialogo certero con los estudiantes

 

Para que el salón de clase en la Universidad no se convierta en un espacio para repetir, vigilar y castigar, el docente debe implementar acciones que le acerquen al estudiante más allá de lo que es su discurso académico. Un docente que sabe mucho pero no convoca más allá de lo que sabe, está perdido en la Universidad, quizá más que aquel joven que decidió desertar o cancelar la materia. Es un fracaso para un docente y más para aquel que está en una facultad de Ciencias de la Educación que estudiantes prefieran cancelar su materia alegando algún motivo, pero que en esencia el mayor obstáculo en el entendimiento estuvo la falta de diálogo docente alumno.

 

“La acción del salón de clase se convierte en una acción casi perversa: los docentes sólo preparan a los alumnos para resolver eficientemente los exámenes y los alumnos sólo se interesan por aquello que les representa puntos para pasar dicho examen. Parece haberse extinguido el deseo y el gozo del saber. Se asiste a la escuela para acreditar. La aparición de las calificaciones modificó los ejes de trabajo de la pedagogía. La teoría técnica del examen construyó una pedagogía centrada en el mismo: “La pedagogía del examen" y se muestra a sí misma como eficiente cuando logra tipificar con un número el aprendizaje del estudiante". Olga Moreno de Gama Revista. Iberoamericana de Educación. Adictos a las calificaciones. Revista iberoamericana de educación

 

Un examen no indica, "a ciencia cierta" cuál es el SABER de una persona y mucho menos puede validar que esa persona sea definida por un número y que el futuro de su vida dependa de una estadística. El examen se ha convertido para las autoridades educativas, para los maestros para los padres de familia y para los estudiantes, en un instrumento en el cual se deposita la esperanza de mejorar el nivel académico de su país. Como si la enseñanza, el aprendizaje, el examen y la calificación constituyeran, entre sí, principios y causas de una relación indisoluble. Como una acción mágica: a mejores sistemas de evaluación, mejores sistemas de enseñanza.

 

Nos olvidamos que el principal objetivo de la escuela, del colegio, de la Universidad no es que los alumnos aprendan a repetir las cosas que han repetido todas las generaciones pasadas, es promover a cada ser humano a ser creador de su propio pensamiento de manera que logre ser dueño de una mente crítica y que sea una persona más consciente y responsable de sus posibilidades, de sus procesos y de los resultados de sus aprendizajes. La naturaleza del funcionamiento de la mente humana no tiene, como se piensa con frecuencia en la escuela tradicional, "un doble y simple movimiento": receptor-emisor. Los actos vitales son, en esencia, "ternarios", no binarios.

 

El objetivo del maestro jamás podrá estar encaminado a que sus alumnos "repitan" las mismas cosas, en el mismo momento. El objetivo prioritario de la docencia será el de enseñar al alumno a construir su propio pensamiento. Enseñarle a pensar. En la medida en la que el ser humano toma conciencia de su propio proceso de pensamiento, podrá hacer un mejor uso de lo que ya conoce, de lo que ya domina, de lo que ya sabe, y buscará nuevos caminos para dar nuevas respuestas a nuevos problemas. Es un hecho contundente que no se aprende a pensar ni de "cualquier modo" ni bajo "cualquier circunstancia". Se aprende a pensar gracias a "modos" y a "circunstancias" dignas de la naturaleza cognitiva del hombre. Así exhortaba Unamuno a sus discípulos: "Estudiantes, ¡Ojala vinieseis todos henchidos de frescura, sin la huella que os han dejado quince o veinte exámenes, y trayendo a estos claustros no ansia de notas, sino sed de verdad y anhelo de saber para la vida, y con ello aire de plaza, del campo, del pueblo, de la gran escuela espontánea y libre!"

 

El objetivo principal del docente será, en definitiva, lograr que cada alumno sea una persona activa, eficaz, estratégica, autónoma, cooperativa, eficiente y responsable. Que tenga que depender cada vez menos de la información externa y de las instrucciones del profesorado y que pase a depender más de sus propias capacidades para aprender a través de lo que ya saben, consiguiendo lo que no saben todavía, planificando, supervisando y evaluando sus propios procesos de aprendizaje. No existe mayor premio que el propio aprendizaje, ni mayor castigo que el no haberlo logrado. Las calificaciones tal como se ha planteado son signos huecos carentes de significado para expresar el logro de un aprendizaje. No son, de ninguna manera, indicadores fieles del progreso obtenido. En el proceso de evaluación la voz más importante es, obviamente, la voz del sujeto que aprende. Sin embargo, en el sistema tradicional el único evaluador es el maestro y la única forma de evaluación es el examen, con todos los aspectos coercitivos que lleva implícitos. Todo aquello que el sujeto realice por una imposición exterior, en realidad, aún cuando el resultado externo manifieste mucha eficacia, el resultado interno será sólo una deformación de su desarrollo personal. “Soy muy buen estudiante, pero soy mala persona”. Respondo todo lo que me preguntan, pero eso para nada me importa. Entonces, ¿en qué momento surge este reduccionismo pedagógico?, ¿dónde y por qué se originan los exámenes y las calificaciones escolares, como factores primordiales y decisivos del sistema escolar?

 

El examen fue un instrumento creado por la burocracia china para elegir miembros de castas inferiores: "Para eludir la constante amenaza de apropiación de cargos, impedir la formación de clientela y la de monopolios de notables, el poder patrimonial de la China imperial tomó estas medidas: nombramientos a corto plazo, exclusión de cargo donde el funcionario tenía parientes, vigilancia mediante espías, agregando, por primera vez en la historia, la exigencia de exámenes..." (Weber).

 

Existen innumerables evidencias de que hasta antes de la Edad Media no existía un sistema de exámenes ligado a la práctica educativa. La asignación de notas (calificaciones) al trabajo escolar es una herencia del siglo XIX a la pedagogía. Herencia que produjo una infinidad de problemas, que hoy seguimos padeciendo. Si el examen no es un problema ligado históricamente al conocimiento, sí es un problema signado por las cuestiones sociales, políticas y económicas. Cuando la sociedad no puede resolver problemas del orden económico (asignación de presupuesto) y del orden social (justicia en la distribución de satisfactores), transfiere esta impotencia a una excesiva confianza de "elevar la calidad de la educación", cifrando sus esperanzas en el examen. Sin embargo, el examen es sólo un instrumento que no puede por sí mismo resolver los problemas que se han generado en otras instancias sociales. No puede ser un instrumento justo cuando la estructura social que lo promueve es injusta. Foucault plantea que “el examen es un espacio que invierte las cosas, presenta como relaciones de saber, las que fundamentalmente son relaciones de poder".

 

“La acción del salón de clase se convierte en una acción casi perversa: los docentes sólo preparan a los alumnos para resolver eficientemente los exámenes y los alumnos sólo se interesan por aquello que les representa puntos para pasar dicho examen. Parece haberse extinguido el deseo y el gozo del saber. Se asiste a la escuela para acreditar. La aparición de las calificaciones modificó los ejes de trabajo de la pedagogía. La teoría técnica del examen construyó una pedagogía centrada en el mismo:"La pedagogía del examen" y se muestra a sí misma como eficiente cuando logra tipificar con un número el aprendizaje del estudiante". Necesitamos recuperar el aula como espacio de trabajo personal, de movilidad, de reflexión, de concentración y silencio (nacidos de la necesidad interior, no impuestos del exterior), de debate, de creatividad y de conformación de pensamientos originales”. Olga Moreno de Gama Revista. Iberoamericana de Educación. Adictos a las calificaciones. Revista iberoamericana de educación.

 

La nota sólo es una convención por medio de la cual la escuela certifica un conocimiento. La contratación del egresado no depende, la gran mayoría de las veces, de sus calificaciones, puesto que tal como lo han mostrado diversas teorías empresariales, la obtención de un puesto laboral obedece a factores totalmente independientes del proceso escolar. A veces se depende más de la palanca política que de la calidad académica del profesional.