No fue grata la sorpresa al visitar el barrio y ver cómo el dueño de la plaza de vicio llega ya en su carro último modelo, con su mujer organizada a su estilo y cómo ésta se luce ante sus antiguas vecinas. No es bueno el mensaje que queda en las muchachas y muchachos de la barriada. Eso es lo que deben hacer si quieren salir adelante. También sorprende, la forma

amistosa, respetuosa y animosa como lo saludan los policías del cuadrante, que llegan en sus motos. No se sabe hasta dónde llegarán en la administración pública y las fuerzas armadas, los tentáculos de este otro tipo de corrupción.

Esto despeja un poco más la mente para una semejanza y entender por qué en Colombia, quien les dispute la “plaza pública” a los políticos tradicionales, se muere. La intromisión en los negocios, se soluciona de la misma forma que en el bajo mundo de los combos. Siempre se las arreglan para ser reelegidos y no perder el poder en el que están enquistados de forma tan rentable para ellos. Y existen quienes les creen.

Muchas personas de la población apoyan ingenua y alegremente a los políticos de derecha, que promueven el paramilitarismo con todos sus vicios y crímenes: narcotráfico, microextorsión, prostitución, paga diario, sicariato, masacres, asesinato de líderes populares, desplazamientos. De esta forma terminan fomentando los abusos y la violencia que se ejerce sobre el pueblo colombiano. Así se garantiza que nada cambie. Los pobres que habitan las ciudades, prefieren ser indiferentes ante las dolorosas condiciones en que la guerra coloca a los campesinos que son quienes les aseguran que lleguen alimentos a sus mesas. Tamaña inconsecuencia.

En Colombia los escándalos se suceden uno tras otro y nada pasa; del magnicidio se pasa a las denuncias de “Panamá papers”, al robo de tierras por funcionarios públicos que se benefician del desplazamiento de campesinos, de fiscales y jueces con precio. El de Odebrecht, estaba oculto y se destapó por investigaciones desde el exterior, de no ser así, nada se sabría. La fiscalía, la contraloría y la procuraduría, están muy pendientes de si hay ciudadanos enriqueciéndose con la venta de empanadas, buñuelos y cachivaches en la calle, para despojarlos, reprimirlos y castigarlos ejemplarmente, pero nunca ven los billones que se reparten en las contrataciones. Por algo, estas instituciones se rotan entre amigos que van y vienen de lo privado a lo público y viceversa.

Mientras más se amplían las denuncias en torno al escándalo de Odebrecht, que salpican al líder del centro democrático, más desesperados son sus llamados a defender la patria, a salvarla del “comandante Santos” que quiere entregar el país al Catrochavismo internacional. No son pocos los que sucumben en el enredo de su verbo mentiroso, embaucador, oportunista, evasivo y amenazante, que promueve el odio y no deja que se difunda la reconciliación entre los ciudadanos.

Tal vez, el principal corolario es que este no es un país pobre; que se lo hayan venido robando los políticos tradicionales y unas cuantas familias que se han enriquecido a costa del erario, es otra cosa, mientras la población sufre en la miseria y la opresión social.

Si eso es lo que hacen con los dineros públicos, ya se imaginarán cómo han procedido con los resultados electorales. Inconformidad e impotencia, son las palabras que mejor definen la situación social de la mayoría de la población colombiana, que sobrevive en medio de múltiples carencias.

Los dirigentes de derecha siguen con sus discursospitecus, que quedan por fuera del milenio, con el deseo de seguir oprimiendo y matando gente –a estas alturas de la civilización humana.

Hay que reaccionar y nunca olvidar que somos seres humanos, oprimidos por otros seres semejantes y aprovechar las oportunidades de cambio que se abren con los acuerdos de paz. El que quiera luchar por su libertad y por una vida digna, que luche; el que quiera vivir en la esclavitud, que siga siendo esclavo.

 

Marzo 13 de 2017