Los griegos consideraban la cleptocracia como el “establecimiento y desarrollo del poder basado en el robo de capital, institucionalizando la corrupción y sus derivados como el clientelismo político, el peculado, el nepotismo, generando impunidad en todo el sistema político y económico” y para la Real Academia de la Lengua, es “el enriquecimiento propio a causa de los bienes públicos”; sencillamente , debe entenderse como el sistema de gobierno de corruptos y ladrones, también llamado cleptarquía.
Los colombianos iniciamos el día, con informaciones sobre actos de corrupción a lo largo y ancho de la geografía, agravado ahora con la cadena de corruptela que apenas se empieza a destapar desde la multinacional Odebrecht. Lo común es que con la amnesia que nos imponen los grandes medios de opinión, ojalá no sea que, en poco tiempo frente a otra evidencia, igual o mayor, ante tanta ignominia y por la novedad, pasemos a otro escenario y caigamos de nuevo en la tierra del olvido. ¿O en dónde quedó Reficard, Saludcoop, Transmilenio, metro, robo a la alimentación infantil? Estas crisis, que está claro, son sistémicas y mientras no hagamos un serio juicio de responsabilidades con respaldo social, ético y judicial eficiente, cambiando de costumbres políticas, principios, valores, practicas inadecuadas y de los practicantes que nos las impusieron, seguiremos en las mismas y con los mismos rumbo a las garras del populismo o la tiranía ya sea de izquierda, derecha o a unas seguras Sodoma y Gomorra. La sabiduría popular que enseña: “Dime de que presumes y te diré de que adoleces” viene como anillo al dedo, pues han sido muchos de nuestros políticos y dirigentes consuetudinarios quienes ahora salen con sus discursos trasnochados como ángeles de moralidad a decir que son los re encarnadores de la ética pública y estatal; de pronto si nos descuidamos, finalizamos los ciudadanos de a pie, siendo responsables del profundo debacle a que se ha llevado la Nación. Hay que decir basta ya a los de siempre, hay que sanear el país, merecemos unos mejores dirigentes nacidos de la propia sociedad civil, con temor a Dios o a sus sanas creencias, sin compromisos más que con su propio pueblo, con conciencia ciudadana y patriótica. Es la hora de repensar no solo en mecanismos coactivos, sino en alertas tempranas e instrumentos reales de prevención y persuasión, yo creo más en estos, que en la represión que ellos mismos pregonan, acomodan y manipulan. Todas las encuestas concluyen en falta de credibilidad en nuestras instituciones, hay que depurarlas, para ello necesitamos de profundos cambios de cultura política y generacional, diferente a la que nos ha llevado al abismo. Es hora de reflexionar, respetando nuestro ordenamiento constitucional republicano, sobre diversos mecanismos que, como la Asamblea Nacional Constituyente, dinamicen y proyecten un nuevo contrato social para las actuales y futuras generaciones de colombianos. De lo contrario, tendremos como Sísifo, que seguir cargando perpetuamente sobre nuestros hombros esa pesada mole que jamás logrará dominar la montaña o como dijera Gaitán: “tendremos que llorar como cobardes lo que como hombres y mujeres de bien fuimos incapaces de lograr”.
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