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“El presidente electo de EEUU Donald Trump, al calificar a Fidel Castro como un “dictador”, sus declaraciones lejos de engrandecerlo y exaltarlo, es un homenaje a la ignorancia y el fanatismo. Este personaje es una máquina para hacer dinero, pero en materia de disciplinas intelectuales y la diplomacia deja bien en claro que no le son familiares. Lástima por un país que siendo la primera potencia mundial, cuyas actuaciones casi todas rebasan sus fronteras, esté gobernado por un individuo de tanta estreches mental, con arrebatos temperamentales, que puede conducir al mundo a su destrucción.” (El Autor).

 

La tragedia social que estamos padeciendo tiene una causa, la carencia de moral; ésta es el indeclinable coeficiente de la persona en su significación suprema como ser espiritual. La felicidad social sólo es posible cuando ciencia, religión y filosofía están acordes, cuando no se contradicen ni se combaten; el divorcio de éstas, repercute calamitosamente en la moral y el comportamiento social.

 

Ésta confusión entre placer y felicidad, dos términos antagónicos que no pueden aplicarse a una misma situación de ánimo, ya que el primero se ajusta con la sensibilidad (los sentidos, hedonismo) y el otro con la espiritualidad (eudemonia); el primero es sensorial, el segundo conceptual. Esta situación nos coloca ante un hecho psíquico-social histórico muy inquietante.

 

La abundancia de placeres a que se dedican las personas en épocas de decaimiento moral es la decrepitud de los pueblos, la estreches de las culturas, todo esto acompañado de tremenda infelicidad y dolor en la esfera del espíritu, como se ve en la realidad.

 

Todas las grandes civilizaciones en los momentos precursores de su conclusión, siempre presenta las mismas características: una profunda decadencia en la moral colectiva. Cualquiera que haya tomado cualquier libro de cualquier autor al leer el renacimiento, Grecia, Roma, El Papado en su periclitar encontrarán como denominador común un profundo relajamiento de las fuerzas de la moral social. El relajamiento es lo primero que se manifiesta, se presenta con una nitidez inconfundible, porque es el preludio y anuncio del periclitar de ese ciclo histórico, porque ocurre que la moral es una exigencia que no admite alternativas, la moral representa un valor histórico, un patrimonio de la humanidad, es algo primario y fundamental de la especie, no un accidente, no es una improvisación, no tiene un carácter fugaz.

 

 

Cuando nos encontramos en la decadencia de un capitulo histórico, hay un panorama de desmoronamiento profundo de la moral colectiva, y es porque ha claudicado  en la sociedad lo que hay de más profundo, sólido y permanente: los valores de la vida en su acepción colectiva e histórica, y por eso erramos al afirmar que la inmoralidad acabó con aquellas civilizaciones. No. La inmoralidad era apenas la voz de alarma que anunciaba la clausura interna de ese ciclo histórico representado en aquella civilización. La inmoralidad externa y colectiva no es la causa sino el síntoma.

 

y así diremos: no es que la falta de moral esté minando este sistema de civilización llamado capitalista, es que el mundo capitalista está minado por dentro y por eso presenta el índice de la inmoralidad. De ahí concluimos que el capitalismo es la misma inmoralidad.

 

¿Cuál es el panorama que presenta el capitalismo en los países que lo practican, sobre todo en los Estados Unidos que es su motor y exportador al mundo?. La visión no puede ser más desoladora, tétrica y fantasmal, que penetra las fibras más intimas de nuestro ser y arruga la piel: veamos algunos hechos que hablan por si solos de su situación tan calamitosa, aunque sus dirigentes la nieguen o la pasen de agache; pero que está corrompiendo todo el tejido social.

 

El dinero es la dinámica, la carta de presentación en sociedad, todo lo penetra, el ser humano es una simple mercancía en manos del capital, prima la ganancia individual sobre las necesidades de la población. Hay una falta generalizada por las normas morales, la palabra empeñada no cuenta para nada, los pactos no se cumplen. Los conceptos de honor, lealtad, honradez, compromiso y sus afines, son despreciados llamándolos despectivamente prejuicios burgueses, objetos de ironía, desdén, Risa y asco, como si no fueran vitales. La juventud no busca como camino hacia el éxito, la capacitación, el esfuerzo, el bravo empeño, la voluntad desvelada, la virtud empeñosa, el esfuerzo realizador, sino la audacia, la mentira, la doble moral y la violencia; el hombre defiende públicamente causas que le producen asco en el fondo de su conciencia.

 

El país se organiza con base de una vasta jerarquía burocrática representada en partidos de ideología burguesa que se sientan tranquilos nadando en las aguas dulces, mansas y apacibles del presupuesto nacional. La inmensa mayoría de la población vive marginada, excluida e invisibilisada de los espacios de participación ciudadana cuando se trata del manejo de la cosa pública. La población que vive de la burocracia ha perdido el sentimiento de los grandes ideales y el servicio al bien común. Se interesa exclusivamente en sus negocios, la prosperidad individual y la utilización del tesoro público como un medio fácil, seguro y rápido para el enriquecimiento individual que es su razón de ser; alardea de un desdén elegante cuando se trata del bien común y colectivo, manifiesta una ignorancia distinguida por los problemas de la república. Los que vienen de estudiar en el extranjero traen fórmulas  que aquí no son aplicables.

 

Fuera de las actividades rigurosamente individuales y con el mismo propósito, la vida en su sentido colectivo y comunitario sufre de una parálisis total. Todos los estímulos de índole intelectual desaparecen sustituidos por la intriga, la trapisonda, el codazo, el ardid, la zancadilla, la eficacia del casicazmo  y la preponderancia de las roscas. Es mejor ser pariente de un funcionario que ser intelectual, da mejores resultados afiliarse a una “rosca” que ser competente y ser probo; y no hay elevados pensamientos, ni profundos estudios, ni conducta irreprochable, ni nada parecido que valgan a la matrícula en la servidumbre de un cacique al cual hay que entregarle hasta la misma conciencia.      

 

La vasta urdimbre de esos intereses se sostienen en el silencio, la truculencia, la quietud, la oscuridad y todo lo hecho a espaldas del pueblo.

 

El multipartidismo, en que por motivos burocráticos, sentimentalismos, tradiciones o simple conveniencia personal, se divide la población al momento de votar, se ha ido transformando, lenta, envolvente, simultánea y de manera inexorable en compañías anónimas, microempresas electorales, que tienen por objetivo y negocio la explotación del presupuesto nacional. Los programas ideológicos son sustituidos por prospectos de rendimientos burocráticos y por eso los partidos no buscan para que los dirijan mentes intelectuales sino a expertos en maniobras electorales que es el negocio propio de estas compañías ya nombradas. Los partidos no van al pueblo a resolver sus necesidades y angustias, sino tras el voto.

 

Es sintomático y revelador el meticuloso cuidado con que los partidos mantienen alejados de la dirección de eso que ellos llaman política ha intelectuales de gran peso. Ellos oxigenarían el ambiente, llevarían un soplo de ideas reveladoras, crearían un medio levantado y elevado. Eso no se trabaja, sobra, incomoda, estorba, es secundario.

 

La virtud que triunfa es la hipocresía, prospera la mezquina codicia, el nepotismo.

 

Tal es el ejemplo que se le da a la juventud. Aunque esto no es todo. La amistad, la consecuencia, el carácter, son pamplinas. La juventud es consciente que la política triunfante es aquella que pisotea la amistad, la consecuencia, afirma el oportunismo, se apoya en la insinceridad, la mentira y el disimulo; este ambiente impone también el olvido de principios. Las convicciones son una antigualla que hay que esconder, ya que su exhibición es una afrenta y ofende el criterio rebañego formado al influjo de las conveniencia burocráticas de los grupos políticos. La desgracia de nuestro tiempo es el predominio sin contrapeso de la mediocridad y la ineptitud en el manejo de la cosa pública…nos hemos dado el lujo de la incompetencia. Al que no tome parte en las acciones de la explotación burocrática, al que cree todavía en las añejas ideas de probidad, honestidad, justicia, distribución equitativa de la economía, servicio desinteresado al país, celo por el bien público, interés por sacar de la miseria y la ignorancia a las grandes mayorías; y por lo tanto no ve moral ni ético la manera como se gobierna el país y por consiguiente no ingresa en el tropel gregario, se le silencia, se desautoriza, se ignora, se le hace la vida incomoda, se lucha por sacarlo de la colectividad partidista, si no es que lo desaparecen. Allí sus ideas están fuera de lugar para los fines y metas que al interior de estos grupos es la razón de ser, centrados en la corrupción, la burocracia y las componendas.

 

Este es el capitalismo, su cara feroz, la que se nos presenta al finalizar su preriplo y cancelación; y que es valedero para cualquier país que lo practique, máxime para Estados Unidos que es su centro, su dinamizador, donde se practica con toda su desnudez máxime si a llegado a su cumbre que es el imperialismo, exportando esta peste a los demás  países del mundo, sobre todo a los más débiles.

 Postdata : Todo parecido con la realidad Colombiana, no es mera coincidencia.

 

NORBERTO BETANCOURT O.