Todos los seres vivientes tenemos una cita ineludible con la muerte en la última tarea aquí en la tierra. La existencia a nivel individual es un parpadear en el tiempo. Los segundos, minutos, horas, días, semanas, meses y años que pasan como agua entre las manos, nos acercan a velocidad de vértigo a nuestro destino final. En este punto el tiempo no suma, sino que resta. Debido a lo efímero de la vida – la inmensa mayoría de la gente-, lucha con todas sus fuerzas por realizar alguna tarea personal y que vaya con la idiosincrasia de su personalidad. Así podrá pasar este corto tiempo en las mejores
condiciones: medico, ingeniero, abogado, pedagogo y demás profesiones. Los que no pueden acceder a una profesión universitaria se dedican por lo general a negocios particulares, eso sí, en todos se ve una ansia insaciable por obtener dinero, que es la dinámica, raíz, y la carta de presentación de toda persona en esta sociedad. La vida de estos seres por su carácter particular e intrascendente, pronto queda en el olvido.
Pero hay unos pocos, los que marcan la diferencia, que saliendo de su mezquindad, entregan su vida al servicio de los demás. Toda la maldad enquistada en el ser humano se dispara contra estos seres y lo hacen el blanco de la envidia, la mezquindad, el egoísmo, la ignorancia, los prejuicios, la violencia, la intolerancia, el fanatismo, el solucionar todo a través de las vías de hecho, la mentira, atentados, calumnias y todos sus afines recaen sobre estas personas. No pocos son asesinados al ser rodeados de tanta inseguridad. Aquí encontramos a Fidel Castro Ruz, afortunadamente murió de muerte natural, no victima de los innumerables atentados de los cuales salió ileso.
Ya no lo tenemos entre nosotros, da dificultad creer que un hombre que no tuvo descanso, que fue una vida en permanente accionar al servicio de su pueblo y de la humanidad, esté inerte. Que un hombre devorado por el fuego de su pueblo, tenga que descansar.
Verdad es todo esto. Dolorosa verdad. Angustiosa verdad, que golpea con la fuerza de una ola en el anochecer sobre nuestro corazón. Pero es una verdad a medias, las tinieblas de nuestras pupilas se han trocado en luz de estrellas conductoras de nuestro camino.
El silencio de vuestra garganta es grito de justicia, el desaparecido ritmo de vuestro corazón es ahora indomable raudal de energía para nuestra fiera voluntad de lucha. Tu cuerpo inmovilizado es ahora centuplicada fuerza que nos empuja sin descanso y que no ha de suspenderse hasta no ver en el mundo el reinado de la piedad, la fraternidad, las oportunidades, la democracia desde la base.
Os lloramos, y aunque no lo hacemos hacia afuera, pero en el rio interior lleno de llanto, ahogaremos las podridas plantas que no permiten la solidaridad entre los seres humanos.
Compañero de lucha: sólo ha muerto una parte de ti, porque del fondo de tu tumba sale para nosotros un mandato sagrado que juramos cumplir a cabalidad: seguir tu ejemplo.
El dolor no nos detiene sino que nos empuja. Y algo profundo en nuestro ser nos dice que al destino debemos gratitud por habernos ofrecido la sabia lección y la noble alegría de vencer obstáculos, de dominar dolores, de mirar en lo imposible nada más que lo aparentemente difícil. Vuestra sombra es ahora la mejor luz en nuestro camino.
Vuestro recuerdo, nos muestra que la muerte en lo individual nos es sino un parpadear de la vida hacia formas más elevadas en lo colectivo y su ideal.
Al peregrino de la eternidad, digámosle con el corazón en la mano:
Compañero: ¡!os habéis ido físicamente, pero que tremendamente vivo estáis entre nosotros ¡¡.
Compañero: ¡!vuestro silencio es grito. Vuestra muerte es vida de nuestro destino final¡¡
Compañero: ¡!vuestros alumnos juramos ser fieles al legado que nos dejaste¡¡
Fidel: con tu muerte, muere también parte de nosotros mismos. Los que mueren, como en el caso tuyo, mueren casi siempre más para aquellos que quedan en el mundo que para ellos mismos.
Descansa en paz gigante y coloso de la historia, porque los que cumplieron bien su tarea en la tierra, no tienen porque llamarse muertos.
NORBERTO BETANCOURT O.