La mayoría que obtuvo el NO en el plebiscito permite que la extrema derecha se envalentone y crea, otra vez engañosamente, tener el respaldo del 50.23% de la población colombiana, según lo expresan en sus comunicados posteriores al evento de consulta popular. Es bueno reiterar que los 6´424.385 votos representan el 13% de los 48`878.039 de habitantes del país, que son los datos al 4 de noviembre del presente año. Pero esto no deja de tener su peso político, que trata de ser magnificado por sus seguidores.
No obstante reconocer el engaño a los votantes, ese porcentaje de la población puede expresar un pensamiento identificado con la extrema derecha. No son tan incautos; son personas reaccionarias, curiosamente fervientes católicos o cristinas, proclives al paramilitarismo y que están de acuerdo en que hay que perseguir comunistas y exterminarlos a cualquier precio; y a estos últimos se asimilan sindicalistas; líderes campesinos, estudiantiles o cívicos; defensores de derechos humanos; revolucionarios; intelectuales y toda clase de personas que no se identifiquen con sus creencias, incluso, magistrados, jueces, fiscales y hasta el mismo Presidente de la República.
Ya sabe la izquierda lo que le espera si este tipo de posiciones vuelve a liderar la política en el país y si no lo logran, igual serán abanderados de ataques, persecuciones y de la guerra sucia de exterminio.
Por el lado de las fuerzas que se agrupan por el SI, estas son lideradas por la oligarquía y las transnacionales, que buscan apaciguar el país para profundizar la explotación de los recursos naturales y de la personas para beneficio de poderes extranjeros. Dice Eric Hobsbawm que todo proceso auténtico es ecuménico; es decir es universal –incluye a todo el orbe- y produce teoría intelectual. No se conoce de la clase política colombiana el desborde de producciones intelectuales humanistas de las cuales sean consecuencias la paz y mejorar el nivel de vida de la población.
Es tal la actual debilidad de la izquierda que tendrá que apoyar a estos sectores de la oligarquía y sus socios para que no pierdan el poder con la mafia que ahora se agrupa en el NO de la extrema derecha. Es claro de tanto desde el Si como desde el No, se busca derrotar cualquier ideología revolucionaria, y la izquierda, tal como sucede con los machos de la mantis o de la viuda negra, tiene que acudir a la cita a sabiendas de que será devorada.
Por el lado de la izquierda, cuando trata de actuar independiente, es muy ilustrativa la posición del Senador Jorge Robledo, quien en reciente entrevista en los medios dijo que ante una eventual candidatura presidencial, no se aliaría con el Progresismo o con cualquier movimiento político que resulte de la desmovilización de la insurgencia. Es decir entra dividiendo. Lo correcto y lógico sería propiciar un debate con aquellos sectores de izquierda que le generan tanto repudio. No se trata del triunfo de una personalidad sino el de una propuesta de país.
Es muy válido plantearse otras alianzas por fuera de la izquierda tradicional, cuando corresponde a una interpretación del país que consulte su historia, su forma de inserción en la modernidad, su constitucionalidad y las deudas sociales que arrastra; que busque la democratización, la inversión social y el desarrollo tecnológico, como puntos de partida para comenzar a resolver los males de la población. También que convoque a la izquierda a ampliar su pensamiento; y al conjunto de la sociedad, a formas civilizadas de hacer la política y de construir un país diferente, más humano y en defensa de la vida.
El profesor Juan Guillermo Gómez en su trabajo “La carta de Jamaica 200 años después. Vigencia y memoria de Bolívar” señala las reflexiones del Libertador: “En otros términos, las élites libertadoras que luchan contra los españoles para sacarlos de sus naciones, no retornarían las tierras ni restaurarían las tradiciones a los primigenios pobladores, una vez se liberen de los opresores peninsulares.” De tal forma podríamos decir hoy, que las élites de izquierda que luchan contra la opresión, no desarrollarían una política de libertad popular.
Si bien es cierto que en esencia el modelo económico no está en cuestionamiento, la soberanía nacional y la mejora de la condiciones de vida de la población son irrenunciables. Es lógico que el desarrollo de nuestra historia define lo que somos y condiciona lo que podemos ser; que no se puede desmontar el sistema capitalista sin genera una gran conmoción social y que hay que tener respuestas a la situación que se produzca; que las relaciones sociales de producción son reales, globales y obligantes y que hay que generar las fuerzas sociales capaces de transformarlas; es decir cambiarlas por otras, algo que se lograría a largo plazo, no porque así se quiera sino porque así lo determina el devenir social.
El no cuestionamiento actual del modelo económico no es absoluto, es necesario precisar cuales factores si y cuales no; por que es obvio que son inherentes al capitalismo, la corrupción, el asalto al erario, la contratación amañada, el desvío de fondos y demás triquiñuelas que son del dominio público y de la vida republicana diaria, aspectos inaceptables que no se pueden tolerar.
Volviendo al tema de los resultados del plebiscito y del libro del profesor Gómez sobre la Carta de Jamaica, la historia se repite y parece que no se ha avanzado:
“Todo el peso de la historia cultural, de los hábitos y las costumbres tan arraigadas por siglos de dependencia colonial, ha caído sobre los ilusos patriotas que, solo al invocar la palabra libertad, creían cumplir con una pedagogía cívica. No fue así. Había justificación en el objetivo de alcanzar la libertad, pero se carecía de los medios socioculturales y pedagógicos para obtenerla. El fanatismo religioso y el placer consuetudinario a obedecer han quebrado el edificio de la República. La razón ha sido escarnecida y burlada por la historia.
Lo formula Bolívar con esta pregunta retórica:“¿Cómo podría preponderar la simple teoría de la filosofía política, sin otros apoyos que la verdad y la naturaleza, contra el vicio armado con el desenfreno de la licencia, sin más límites que su alcance y convertido de repente por un prestigio religioso en virtud política y en caridad cristiana?”. A la pregunta se le escapaba la profunda fascinación que el símbolo taumatúrgico de Boves ejercía, desde las profundidades de la pampa, sobre la masa social de negros, esclavos y pardos que lo seguía y amaba, y ante cuyo enigma solo podía el Libertador dirigir la pluma para recurrir al expediente de la debilidad de la naturaleza humana y de la imposibilidad de torcer el destino a su voluntad y capricho.”
Esta página de hace doscientos años se parece a las recientes campañas por el plebiscito del 2 de octubre; sólo por mencionar palabras claves en las que se encuentren semejanzas, para no dar larga a esta nota, ya que el lector sabrá identificar y profundizar: “ilusos patriotas”, “solo con mencionar la palabra libertad”, “creían cumplir con una pedagogía cívica”, “se carecía de los medios socioculturales y pedagógico para obtenerla”, “El fanatismo religioso y el placer consuetudinario a obedecer”, “ha quebrado el edifico de la República”, “La razón ha sido escarnecida y burlada por la historia”, “la fascinación y amor por el opresor Boves desde la masa de esclavos”, “la debilidad de la naturaleza humana”, “la imposibilidad de torcer el destino a su voluntad y capricho”
La izquierda se enfrenta a los promotores del No, a los del Si y al bloqueo de sus propios pares.
La izquierda sufre mucho cuando trata de hacer política al estilo de la oligarquía, con los métodos y en el rango que ella el impone; la tarea de construir poder popular sigue pendiente. No se ha cumplido la labor a cabalidad.
Noviembre 4 de 2016