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Tomado de: diccionario Filosófico. Voltaire. Sobre el beso y el besar

El beso como forma de adular y congratularse con el poder es peligroso. Nada más extraño y sospechoso que esa persona que camina besando cuanta mejilla se encuentra; normalmente llevan oculto un puñal. Hasta los filósofos se refirieron al tema con algún desdén.

Desde las posturas que sustento ante la comunidad universitaria, prefiero la mano sincera y solidaria a esa zalamería, abrazos y besuqueos mentirosos con los que personas sin tamiz alguno buscan empotrase en cargos en empresas y escenarios de poder. En este caso no haremos referencia a los besos amorosos y libidinosos del ritual amoroso, asunto que será de otro escrito. El filósofo Voltaire y el poeta Everardo Rendón nos acercan más a lo sospechoso de las acciones melosas.

 

“Besarse era la manera de saludar más común en la antigüedad. Refiere Plutarco que los conjurados contra César, antes de matarle, le besaron el rostro, la mano y el pecho. Tácito refiere que cuando su suegro Agrícola regresó de Roma, Domiciano le recibió besándole con frialdad y luego le dejó confundido entre la multitud. El inferior que no conseguía saludar a su superior besándole, acercaba la boca a su propia mano y le enviaba un beso, y el superior lo devolvía del mismo modo cuando tenía gusto en ello. Empleaban ese mismo signo para adorar a los dioses. Job, en su Parábola (que es quizá el libro más antiguo que conocemos), dice que no adora al sol y a la luna como los demás árabes, porque no se lleva la mano a la boca cuando contempla a los astros que él no adora. De esta costumbre tan antigua sólo quedó en Occidente la fórmula pueril, que todavía se enseña a los niños en algunos pueblos, de besarse la mano derecha cuando se les regala algún dulce.

 

Era un proceder horrible hacer traiciones besando, y este proceder hace inicuo el asesinato de César. No nos ocuparemos de los besos de Judas, porque ya se han convertido en proverbio. Joad, que era uno de los capitanes de David, odiaba a Amasa, que era otro de los capitanes, y le dijo: «Buenos días, hermano mío», y cogiendo con la mano la barba de Amasa para besarle, con la otra mano sacó la espada y le asesinó, traspasándole el pecho. No se encuentran más besos en los frecuentes asesinatos que cometieron los judíos, que los que Judit dio a Holofernes antes de cortarle la cabeza, cuando se quedó dormido en la cama. En el Otelo de Shakespeare, este moro negro da dos besos a su mujer antes de asesinarla”. Finalicemos con el poema del maestro Everardo Rendón sobre Judas y su beso traidor.

 

EL MONÓLOGO DE JUDAS

 

¿Qué dios detrás de dios la trama empieza

 

De polvo y tiempo y sueño y agonías? Borges

 

A la muerte arrojé el precio de mi infamia,

 

En la memoria de hombres y relojes

 

Bambolea grotesco mi cuerpo de ahorcado.

 

Nadie quiere parecerse a mí

 

Ni que sus hijos lleven mi nombre

 

(Para los buitres son buenos los traidores),

 

Jamás la hipocresía se sumó tanto a mi cuenta.

 

Nunca una mejilla fue tan honrada.

 

¡Oh tú, el traicionado!

 

¿Cuántas veces vendrás

 

Con el otro lado de tu rostro manso?

 

¿Cuántas veces se quemarán mis dedos y mis ojos

 

Con las monedas compradoras de mi culpa?

 

¡Cuánta grandeza quieres, di,

 

Mi beso está pronto

 

Y sobre mi signo traquean los peldaños

 

De la escalera que te sube al cielo!

 

Pudo ser Pedro el negador

 

A quien un gallo hizo llorar eternamente;

 

Pudo ser Tomás el incrédulo,

 

O Pablo o Lucas o Juan el bautista.

 

¡Oh tú, el traicionado!

 

¿Qué Dios detrás de ti

 

Marcó tu gloria,

 

Qué mano señaló mi beso, mi árbol y mi soga?

 

Everardo Rendón Colorado

 

Del libro Memorias de la sangre